Ausencias, grises, encuentros postergados: sobre la poética de Roberto Mario Petroff

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El primero de la serie, como no podía ser de otra manera…


…Qué extraño, desde aquel momento me siento como inmerso en una nube. Mi vida transcurre como en un sueño y ya te dije, para mí vivir es un sueño que me cuesta la vida.

Mirá, estamos impresos en una ciudad bajo un cielo eternamente gris donde la soledad es más intensa, duele. Impresos digo, porque somos tan ajenos a estas calles como ajenas son estas estrellas que nos miran cada noche… (s/d)


Si vivir es un sueño que le cuesta la vida, como dice, Petroff encarna entonces ese espíritu de Poeta inmerso en un mundo que lo fagocita y aún así se empeña en seguir pincelando a viva voz sus experiencias desde su labor de artífice del idioma.

En sus textos entrega siempre una atmósfera onírica que permite transitar los espacios con el mismo ritmo cansino de la voz que los enuncia. Ni blancos ni negros: grises son los cielos de Petroff, porque nunca nada está del todo dicho. A pesar de las tristezas, de las ausencias, de las soledades y de lo imposible, subyace una luz de esperanza que, aunque débil, permanece. El yo siempre espera, “algo bueno tiene que salir de todo esto” parece decirse una y otra vez. Por eso escribe. Una y otra vez.

En su proyecto de novela, nunca terminada del todo, el tema que estructura es el encuentro de dos soledades que, aún reunidas, continúan siendo soledades. Hay una imposibilidad de concreción que permanece tácita, hay un ir y venir de intenciones (aquella luz débil) a las que el lector se va asomando y alejando, con ritmo acompasado y sin cortes. ¿Y al final? El placer de la lectura, nada más ni nada menos. ¿Y la luz? Su mano trazando alfabetos nuevos, en cursiva.



… Érase un hombre que olvidaba. Pero su memoria no se detenía en desechar sucesos tan domésticos como el sitio donde había dejado los anteojos o la simple duda de haber dejado encendida la luz o el gas de la cocina, sus olvidos eran más trascendentes, sus olvidos eran vitales, inevitablemente olvidaba aquellos sucesos de su vida que significaban la causa de su ahora, olvidaba el acto, el hecho fundacional de su presente. Vivía en el eterno asombro de las cosas y hechos que se sucedían en su vida, sin llegar a comprender cómo había llegado a ese punto en el que se producía otro hecho, (tal vez tan fundacional como aquél que lo había provocado) y que era irreversiblemente olvidado de inmediato… (“El olvidador” –fragmento-, en Y después partir, inédito)



Hace un par de meses atrás decidió dedicarse ya no tan aleatoriamente a la escritura en versos. Poesía brevísima, nueva. Punzante también.

No ha querido todavía regalarme la lectura de sus borradores, él sabrá por qué. Aún así, dejo una de muestra, hurtada de noche de uno de sus blogs:

Un dolor apuñado
se me aventra siniestro
alluviándome las horas
de un domingo larguitanto
apaseando en la niebla
de oscuridades memoriadas
es puñal apechado
es espina eternada
es tormento infinísimo
es una luz anegrada
se me asoledaron las horas
siniestrándome la mirada
desabrazada



¿Por qué el primero de la serie? A Petroff deben ustedes el reproche de haberme hecho asomar al abismo de los escritos patagónicos. Digo bien, “abismos”: nada hay debajo de ellos, más que una poco tolerable indiferencia. Escribiremos, pues, sobre los escritos, ya que pocos lo han hecho hasta ahora en esta ciudad capital de provincia. Insensato él, que insiste en que lo haga. Al menos, su amistad férrea me da la pauta de que no va a enojarse conmigo cuando le diga, una vez más: “Poeta, pode su estilo. Lo coloquial de su escritura es un buen rasgo, pero no lo destroce con este tipo de expresiones, ni con éstas, ni con éstas. Mucho menos con esta otra que le señalo acá”, mientras le devuelvo sus manuscritos completamente ultrajados por mi lápiz negro. Y él me mira con ojos cansados, repitiendo ad infinitum: “Piba, escribo así porque así soy yo, tamos?”




5 comentarios:

macadamia dijo...

muy buena lectura moro, y muy bueno también el movimiento estético de petroff.
besos

Sergio Sarachu dijo...

Sígalo de cerca Moro, marca personal... pero cuando tome la pelota para crear, déjelo que lo haga nomás, que en este partido ganamos todos
Muy medular su análisis y -creo- muy provechoso para el autor

Abrazos desde el norte del sur

Anónimo dijo...

Me parece que la lectura de la moro es demasiado subjetiva, muy indulgente. Respecto a Petroff, creo que su literatura es demasiado yoísta, siempre habla de el, jamas encuentro una historia que me haga creer que no esta hablando de su historia.
Ana

La Moro dijo...

Ana, creo que tu análisis respecto de mi lectura subjetiva es 100% correcto. Lo asumo -y hasta me enorgullezco- porque ésa era precisamente la idea: leer desde mi ser sujeto. Objetivar es un esfuerzo agotador que tengo que desplegar en otras instancias de escritura, como en una ponencia para jornadas académicas, por ejemplo. Por eso, cuando me propuse escribir estas cosas sobre poetas que escriben en patagonia (¿poetas patagónicos?) aclaré que nada formal iban a encontrar en mis posteos de esta sección, "Poesías para regalar(me)". No creo -no obstante- que sea "indulgente". No muy dura ni muy estricta, eso seguro. Las peleas quedan en nuestras memorias de encuentros espontáneos, asado y cigarrilos: las críticas duras quedan ene stas instancias, acá prefiero quedarme con lo otro, lo que leés. Me lo permito porque estos sujetos son mis amigos (cómo leés objetivamente a gente querida que crea literatura, arte al que amo?). Lecturas academicistas, entonces, para otro momento y lugar.
Respecto de tu apreciación del "yoísmo" en Petroff, es probable que estés en lo cierto. Convengamos que para que sus lectores puedan percibir esto deben manejar datos sobre la vida del autor, y ello no siempre es posible. Cuando sí se puede conocer datos biográficos de quien firma una obra artística, corremos con doble ventaja de lectura, podemos analizar más profundamente una obra. Así fue que me enamoré de los Versos Sencillos de Martí, uno de los poemarios más bellamente autobiográficos de la literatura latinoamericana, por nombrar sólo a uno. Un yoísta de aquéllos el cubano, y un capo.
Ana, muchas gracias por tu comentario. Como dice Maritza, nunca podemos leernos realmente si no es a través de los ojos y las lecturas de los demás. Un abrazo.

macadamia dijo...

yo no creo ana -si bien respeto tu opinion- que petrof tenga que es cribir para que vos te identifiques, él escribe para sí, como la mayoria de nosotros, además lo hace muy bien, lo que permite que sea leído y con mucho placer. en última instancia eso es escribir, desde uno pero de un modo que sea leído. Yo creo que él lo ha logrado...y la subjetividad del crítico es inevitable. es un lector el crítico, no se puede sacar su subjetividad como si fuera un zapato. en cuanto al "yoísmo", no entiendo desde donde lo decís...por ahi no queda del todo claro y deberás replantearte porque queda confuso tu comentario -eso es eficiencia de escritura ana.