EL PINCHE TRABAJO DE LA DISCORDIA

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Patagonia: Literatura vs. Literatura. La lectura de la tradición y el discurso metaliterario en Huida rara, de Sebastián Tresguerres

Este trabajo tiene su origen en la curiosidad y en lo que queda de mi espíritu adolescente de rebeldía frente a “lo establecido”. Es probable que este espíritu se explique porque, en definitiva, como lectora de literatura creada en patagonia atravieso la plena adolescencia. Durante años mi concepción acerca de la calidad de los escritos santacruceños y regionales en general tenía toda la contundencia de aquél que opina en contra aún sin haber leído. “¿Para qué voy a leerlos...” –postulaba ante los pocos que me cuestionaban estos juicios- “...si ya sé que son todos malos?”. No necesitaba más, y sin embargo estas ideas se arraigaron en mi tránsito por la universidad, en la que encontré espacios en común con algunos compañeros donde albergar estas consideraciones. Por supuesto que como desprejuiciados estudiantes en Letras, algún que otro poemario, alguna que otra novelita o antología de relatos, leímos. ¿Dónde buscamos? En bibliotecas y librerías, obviamente, ¿dónde más? Llegaron a nuestras manos obras de autores que no nos eran en absoluto desconocidos; habíamos escuchado hablar de ellos, nos habían leído parte de sus trabajos en nuestras épocas de alumnos de primaria, o nos enterábamos de los premios y homenajes que se ofrecían en su honor. Nada más legítimo que el reconocimiento de la comunidad, pensábamos, pero aún así no nos gustaban. La técnica, o los recursos, o los tópicos, incluso la caracterización del espacio sureño: todo nos hacía pensar en un interminable deja vu (Casini lo llamará “texto fundador” del espacio patagónico) que se empeñaba en perseguirnos a lo largo de nuestra vida como lectores, y lo que es peor: de nuestro futuro como transmisores del “saber literario” en las aulas.

No importa, en realidad, contarles ahora cómo fue que un buen día “entré en razón” y “vi la luz”. La situación era tan evidente... y sin embargo pasé años enteros sin siquiera ver atisbos de la realidad: en Patagonia, en Santa Cruz, como en cualquier otra región, SE ESCRIBE, Y MUCHO. En ese vasto mundo de obras que circulan a paso bastante lento, es posible encontrar ejemplos de obras buenas, algunas excelentes, muchas mediocres. Fue entonces que entendí que aventurar juicios tan generales y rotundos al mismo tiempo no ayudaba en absoluto para construir, desde mi rol de lectora, bases que hagan al crecimiento sostenido de una literatura regional en pleno proceso de desarrollo. Entendí también que es posible comparar producciones literarias de distintas regiones y tiempos, pero que los resultados de esa comparación no pueden sustraerse de la realidad cultural de una provincia relativamente nueva en el mapa de consideración política de la Argentina.

Con estas y muchas otras salvedades es que intento en la actualidad leer cada vez más y mejor las producciones literarias de los poetas patagónicos, sin soslayar las anteriores, esas lecturas de los “poetas oficiales” me sirven de base para las nuevas lecturas, para poder leer en comparación y ver en esos textos el camino que los escritores van recorriendo (en el mismo sentido, a contramano o en los márgenes) en función de estilos y posicionamientos estético-ideológicos.

Por eso es que quiero compartir hoy con ustedes una de esas lecturas.

Luego de leer Huida rara (de ahora en más, HR), de Sebastián Tresguerres, pude ver en texto una serie de concepciones que habían circulado en charlas con escritores locales y provinciales respecto de lo que comúnmente se entiende por “literatura patagónica”.

Mi objetivo es hacer un rastreo de marcas discursivas en la obra que, postulo, ponen en cuestionamiento la tradición literaria santacruceña (adjetivo al que el autor trabaja como equivalente al de “patagónica”), porque es interesante analizar esos cuestionamientos a la literatura enunciados con mecanismos propiamente ficcionales y ficcionalizadores, como la postulación de una nueva manera de hacer literatura.

Ya comenté en anteriores comunicaciones las conclusiones que mis lecturas pudieron engendrar respecto del viejo debate entre poetas y críticos acerca de qué es, en definitiva, “la” Patagonia; qué se entiende por literatura patagónica (a contraluz del discurso que se mantuvo en los círculos literarios regionales durante un tiempo ya pretérito y sobre el cual, como corresponde, despotricamos hoy), y qué marcas debería tener un relato o un autor para ser incluido en esta categoría.

Este “discurso pretérito” es el que probablemente circule todavía en el imaginario de muchos argentinos alejados de esta región. En ese discurso esclerosado acerca de la Patagonia muchos escritores regionales encontraron inspiración. Poesías, novelas y relatos varios con un componente paisajístico fundamental son los que abundaron durante décadas en bibliotecas de ministerios estatales, de escuelas públicas y de casas de familias honorables. Relatos pioneros sobre pioneros y (pareciera que) para pioneros. No hablamos ya de dataciones temporales; es posible encontrar relatos “pioneros” (en el sentido de reproductores de este discurso) fechados en el presente. Son en su mayoría relatos tranquilizadores en los que los mayores peligros a los que se enfrentan los peones (pocas veces los dueños de la tierra) son el frío, el viento, la escarcha o algún animal salvaje. Para muchos lectores y escritores, éste es el tipo de literatura genuinamente patagónica. Color local como base y estructura de escrituras que no problematizan con el discurso antaño instaurado.

Huida rara (2006), de Sebastián Tresguerres es una obra que se escapa de este molde prolijo. Experimentaciones con el lenguaje, construcción de nuevos sentidos, discusiones con los discursos hegemónicos heredados: todo ello confluye en la escritura de este autor que pugna por encontrar la identidad artística de sus textos antes que la geográfica, y por ello parece decidido a no dejarse encuadrar en este colectivo de “patagónicos”, a pesar de referenciarse discursivamente en esta provincia; por eso es que en este sentido adhiero a lo postulado por Claudia Sastre en su ensayo “El lugar del escritor” cuando sostiene que más allá de las críticas que efectivamente le hace (al sistema), Sebastián Tresguerres se considera un autor patagónico. Por esa causa teoriza, a la manera moderna, reflexionando dentro de su obra; acerca del campo literario al que pertenece, polemizando dentro de él, en su propia problemática, con su autonomía relativa. De hecho, la primera oración de Suur Xur postula:

...Vivo en Piedra Buena... (p.11)

Es cierto que no podemos homologar la figura del narrador con la del autor real del libro. Pero no lo es menos que en su escritura metaliteraria de circulación virtual, y en la conferencia que presentó en el año 2001, en el marco de las Iº Jornadas de Letras de la UNPA, Tresguerres se ha encargado de reforzar determinadas ideas que son las que aparecen en HR.

Este posicionamiento inicial del yo discursivo en un espacio geográfico concreto nos permite sostener la idea de que en realidad su escritura se presenta como patagónica, precisamente para demostrar que esto no necesariamente debe imponerle, como autor, determinados temas para tratar o determinadas estéticas para seguir. Las conoce, sin lugar a dudas, porque las utiliza. El paisaje aparece, imponente pero no en el sentido romántico ni mucho menos elegíaco que podemos encontrar en la poesía más tradicional. Veamos un pasaje de HR:

...La Esperanza es un paraje simple, un reducido caserío puesto al costado de la ruta. Estación de servicio, confitería restaurante, destacamento policial, algunas pocas casitas aisladas, ningún monte, caminos de ripio que parten hacia yacimientos, ningún bosque, un río Coyle angosto situado entre vegas a cinco kilómetros que atraviesa la ruta con puentecitos poco notorios... (p.18)

En esta cita, típico ejemplo del estilo de Tresguerres, vemos que la descripción del paisaje aparece como tal, pero el signo de esa descripción no tiene el tono laudatorio del costumbrismo provincial. Adjetivos como “simple”, “reducido”, “poco notorios”, sumados a diminutivos y colectivos (puentecitos, caserío) que entrañan una valoración negativa e incluso despectiva, poco o nada tienen que ver con la mirada pionera sobre la tierra. Por otro lado, es necesario decir que no analizaremos específicamente en este trabajo la construcción que realiza del protagonista del relato; sólo nos limitaremos a mencionar que en todo momento es llamado “nuestro héroe”, aunque sus características psicológicas y morales, como el peso de sus “hazañas” distan mucho de los homéricos hombres de campo de Peña o de las laboriosas mujeres pioneras de Lofredo, por citar sólo a dos íconos de nuestra literatura. Rulfo, el personaje de Tresguerres, es un ex policía ahora prófugo y devenido en robinhoodeano delincuente que comienza su periplo hacia el interior de la provincia de Santa Cruz, y cuyo derrotero es la excusa para describir de manera similar al ejemplo citado una geografía paisajística y humana decadente, casi extinta o fantasmal, con una mirada caricaturesca apegada a los vicios propios de la vida gauchesca del XIX, y alternados con “licencias” más actuales, como la corrupción, el autoritarismo político, el desdén por el conocimiento y el pensamiento crítico de los gobernados tanto como de sus gobernantes. Rulfo y sus seguidores, menguante grupo indeciso que sigue al criminal -ahora líder- por inercia y resignación más que por ideales o admiración, tipifican a algunos de los caracteres sociales que, según el autor, abundan en esta zona: el empleado servil –presentado como peón-, el religioso carismático que esconde una naturaleza sádica, propia de un misántropo con evidentes virtudes de orador. No falta la figura del intelectual, casi tomado del Cervantes de Azuela (el de HR, significativamente, se llama Polifemo), de una labia tan abundante como inútil, situación evidente para todos, excepto para él mismo:

...Polifemo tendría entre veintiocho y treinta y ocho años. Le faltaban impulsos de practicidad a su carácter. Eso hizo, primero, que estudiara Letras (...). Le gusta mucho escribir aunque hasta ahora nunca logró publicar nada ni lo logrará tampoco. Polifemo siguió hablando, pues qué otra cosa podía hacer... (p. 77)

Sin embargo, la historia de este grupo queda trunca hacia mediados del libro. No conocemos su final, y el narrador se encarga de explicitar las razones:

...Yo soy un escritor verdaderamente maldito: los hice leer hasta acá esta historia y ahora los re-cago. Les cago la historia. Los mando al carajo (...). Te estoy mandando al carajo fuera de este libro, o sea como persona. Decí que soy un escritor frustrado, que si fuera famoso y diera conferencias te citaría a una de ellas y te cagaría a trompadas frente al público (...). Les cuento algo: me cansé. Si no soy un escritor maldito, al menos es casi seguro que soy un escritor miserable. Un iluso. ¿Saben algo? estoy escribiendo esta historia desde hace diez años (...) La verdad es que ha cambiado el mundo (...) Y he cambiado yo. Y ha cambiado la Argentina. Y ha cambiado la literatura. Han crecido los negocios literarios además. La literatura está dejando de ser un arte. Todo es exclusivamente un negocio (...). Y la gente no puede darse el lujo de andar viviendo en ficciones, tienen que gastar el tiempo y el dinero en sobrevivir... (pp.165-7)

Y a partir de este punto, efectivamente el narrador abandona la historia y hace confluir en el texto algunos poemas, ensayos, pensamientos inconclusos, un fluir de la conciencia que bien puede añorar amores pasados como despotricar en contra del autoritarismo latinoamericano. HR se convierte, entonces, en un libro raro. Y es entonces cuando nosotros, al fin, transcurridas casi 200 páginas de lectura, nos enfrentamos a la verdadera historia: la literatura en Santa Cruz. Ahora el narrador mantiene su estatuto pero acelera el juego de una voz que narrativiza entre lo verdadero y lo verosímil, que constantemente entra y sale de ambos campos no tanto para suspender la ilusión épica como para demostrar que los límites entre uno y otro son fácilmente franqueables, y que la efectividad ilocutiva del relato depende del pacto tácito que establece con el lector. Por ello abundan las alusiones directas a la 2º persona y un despliegue de deícticos espaciales que actualizan y al mismo tiempo literaturizan el acto de leer, como si la comunicación entre autor y lector no estuviera mediada por la obra escrita, como si tratara de una conversación entre ambos en tiempo presente.

Probablemente el uso de expresiones de violencia y agresión en contra del destinatario busquen simplemente lograr una reacción en este último que lo “sacuda” de la inercia que implica la concepción pasiva de la lectura. No es sencillo avanzar linealmente por la obra de Tresguerres; las historias se superponen o directamente se truncan, y aparecen todo el tiempo disquisiciones del autor (incluido en el relato por el mismo narrador) referidas al tema que nos ocupa.

Estrecha relación entre amistades o camaraderías político-partidarias y el hecho concreto de la edición. Partidas presupuestarias de entes públicos destinadas a subsidiar a escritores dudosamente reconocidos por la población con dinero que en realidad intenta sellar pactos de fidelidad corrupta. Puestos de importante gestión cultural ocupados por sujetos sumisos, obsecuentes y nada creativos. Adolescentes que escriben en las escuelas para complacer a las maestras defensoras de los estilos oficiales de producción literaria. Jóvenes insatisfechos que buscan la manera más efectiva a corto plazo, y por lo mismo más violenta y objetable, de deshacerse de los libros-monumento de Santa Cruz: todo ello configura el nuevo escenario en la segunda parte de HR. Un comando de jóvenes, autonominados “Los Aniquiladores”, son los que asumen la misión de “limpiar” a la provincia de la “mala literatura”. Quizás sea ésta la parte más aprovechable del libro en lo que se refiere a la metarreflexión de un autor que vigila con ojos críticos, desde la capital del país, la ficción producida en la provincia en la que nació.

El primer mecanismo utilizado al respecto es la inclusión en el relato (y en la lista de Los Aniquiladores) de las obras de, fundamentalmente, dos escritores, cuyos nombres –si bien aparecen ficcionalizados- aluden a personalidades literarias de vasta trayectoria en el campo de las letras santacruceñas:

...Virginia Anita Robledo, poeta adulta o más, que ha escrito cantidad de poemas a Santa Cruz. Gaviotas, gaviotines, viento, plantitas de calafate, espinas de calafate, frutitas de calafate, más gaviotas, más ventarrones (...), pioneros honorables caminando contra el viento siendo soplados por huracanes mientras una gaviota dignísima vuela por arriba de sus cabezas con una dignidad de la puta madre. Algunos de esos poemas no llevan frases malas, pero casi todos sí portan (sin querer) una malignidad encubierta: logran mostrar a Santa Cruz como una tierra tan aburrida, tan involucionada que, si al libro de poemas lo está leyendo un turista, éste tiende a cerrarlo (...) y si el que lo lee es un santacruceño, cierra el libro a la segunda página ante el temor de que le surjan (más) ganas de suicidarse... (pp.186-7)

...Pascual Valtreta tiene la edad avanzada y escribe cosas sobre los indios tehuelches desde hace décadas. Dicen unos que es la eminencia en indios tehuelches, dicen otros que es un hablador y que se choréo colecciones enteras de puntas de flechas de un museo. De lo que no hay dudas es que Santa Cruz no evolucionará a paso rápido con tipos como éste que tienen una literatura pringada, renga, y que la aprovechan para adueñarse de la denominación de origen “patagonian indians”... (p.189)

También aparece como mecanismo de crítica los diálogos entre los integrantes del comando. Estos son extractos de las varias conversaciones que mantienen:

Nico: -Que las literaturas regionales deberían dejar de existir por un rato, así dejan de dar vergüenza, así dejan de aburrir, así se ponen a leer un poco... (p.273)

Yo: -Además, ¿de qué provincia estás hablando? Ya no vives en Santa Cruz.

Yo: -Da lo mismo, todas las provincias son parecidas (...). Los literatos feudales no tienen más poder que el justo y necesario para monopolizar unos poemas de mierda, para conseguir algún pobre financiamiento para algún librito de algún amigo o de algún anciano quejumbroso.

Yo: -¿y si le das dinero a un verdadero poeta, a esos de los que según vos no existen en las literaturas regionales?

Yo: -Sí existen buenos poetas en las literaturas regionales. Lo que pasa es que se frustran, y con razón (...). Si le das dinero a un buen poeta, se pondrá a escribir libros de autoayuda... (pp.237-8)

...Cristopo opina que el centralismo (Argentina centrada en Buenos Aires) atenta contra la literatura, pero no contra la literatura de Buenos Aires sino contra la literatura del resto del país (...). Pero (opina Alien) hay escritores del interior que escriben bien y son buenos, lo que ocurre es que si los porteños no les reconocen su talento entonces en sus pueblos tampoco se lo reconocerán, al menos no en el grado que merecerían, lo cual en definitiva no habla mal de los porteños, aunque tampoco necesariamente bien... (p.245)

Estas conclusiones acerca de literatura y centralismo, valoraciones a las literaturas guiadas por criterios extraliterarios, configuraciones porteñas acerca del mapa literario del país son las que constantemente debaten Los Aniquiladores, junto a Sebastián Tresguerres y a Yo, personajes que no pertenecen al comando revolucionario y que sin embargo irrumpen en el diálogo como posibles alter ego del narrador principal, que se disuelve en el discurso directo de sus personajes. Es decir, este viejo debate que excede el campo de lo exclusivamente literario y artístico para filtrarse hacia lo político y social, y que a Tresguerres parece preocuparle sobremanera, queda sin ser respondido en el libro: guiño interesante que el autor nos hace respecto de su propia postura. Más allá de posibles y eventuales respuestas, él, un escritor nacido en patagonia, publica libros sobre patagonia, con fuertes críticas al centralismo porteño, en plena capital de Buenos Aires. Todo en Huida Rara, todo en Sebastián Tresguerres es así: contradictorio, inconcluso. Él se sabe escritor con ideas claras respecto de su accionar en el campo literario regional, pero sabe que esas ideas, en los lectores, o no están tan claras o directamente se oponen a las que efectivamente existen. Todo el tiempo sentencia rotundamente lo que pretenden ser axiomas de su visión como artista, para a continuación relativizarlas con ironía, en un ir y venir entre su propia psiquis, la psiquis del lector y el imaginario social de la provincia. De hecho, esta discusión entre los aniquiladores termina con la siguiente “enumeración caótica”:

...Cristopo arroja la siguiente frase: si lso escritores más reconocidos de la Argentina son los que se han formado en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, o al menos los que han vivido o trabajado allí buena parte de sus vidas (pudiendo citar a J. L. Borges, Bioy Casares, Roberto Arlt, Sebastián Tresguerres, etc. etc.)... (p. 245)

y a ésta le sigue una tan categórica como falaz sentencia:

...Así queda demostrado (dice Copi Tambor) que en las provincias donde hay índices excesivamente altos de empleo público la literatura local será, probablemente, de calidad pobre... (p. 247)

Desmitificar los íconos sublimes de la poesía patagónica más tradicional, entonces, pareciera ser la principal condición que a juicio del autor debe comenzar a cumplirse en aras de la construcción de una nueva manera de decir la literatura en Santa Cruz, aunque el juicio mane desde lejos, no sólo geográficamente hablando.

Con un novedoso y creativo vértigo metafórico, y una postura contestataria e irreverente frente a los motivos y tópicos canónicos de la poesía más tradicional(ista), Tresguerres erige su propio estilo, guste o no. Su manera tan escatológica y amorfa de construir el espacio “patagonia” en sus textos quizás sea, más que su concepción acerca de ella como espacio real, su manera de discutir las estéticas artísticas exaltadas en estas latitudes –hasta el hartazgo- como lo más excelso, aún cuando sean obsoletas y mediocres. Mediocres en tanto no problematizan el discurso hegemónico; antes bien, mantienen el clima de paz y armonía utópicas que tanto conviene representar para el público foráneo, y en nombre de tan nobles ideales resignan otros detalles como “calidad estética”, “renovación”, “experimentación”. Quizás su manera sea un vehículo que intente reflejar precisamente aquello que se quiere poner en evidencia: lo escatológico y amorfo, lo que es mediocre y de mala calidad, no es la patagonia, sino muchas de las cosas que allí suceden. Más allá de algunas inconsistencias estilísticas del autor (en ciertos pasajes describe de una manera semejante a la que luego se ridiculiza, siempre atribuyéndoselo a “otros” escritores, como si en definitiva tampoco pudiera él escapar de estos moldes discursivos), de algunas fallas en la efectividad de su escritura y muletillas varias, nos parece que el trabajo de Sebastián Tresguerres muestra el inicio de la apertura de los escritores regionales respecto de la tradición más arraigada en la literatura patagónica. Esta literatura exige, sin lugar a dudas, un lector activo, inteligente, crítico y dispuesto a reírse y reflexionar sobre sí mismo y el contexto que lo une al autor. No valen medias tintas para resolver el estancamiento de una gran porción del campo intelectual santacruceño. Y en esta reflexión (individual y eventualmente también grupal) es donde se van a ir presintiendo posibles necesidades de cambios estéticos y de ampliación de las redes de circulación de nuestra literatura, desde un compromiso político e ideológico que trascienda las gestiones partidarias y que logre superar la apatía tan enraizada en nuestra gente como lo están el bravío viento, las perseverantes gaviotas o el omnipresente calafate en nuestra poesía.

35 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente Moro, me hubiera gustado estár ahí para aplaudirte hasta que se me quiebren los dedos.Buena la aclaración de la operación metonímica de tresguerres lit. santacruceña es igual a lit patagónica, ese error le hace cometer exageraciones como decir que todo es malo (creo que ha quedado demostrado que no), lo más loco es que él sabe que en chubut, en neuquen, en río negro, tierra del fuego,la pampa hay unos escritores excelentes.
otra salvedad que te haría es que tresguerres no es precursor en esto de romper los moldes estéticos, el ensayo de isla y su historizacion de la movida de los setenta es una prueba, la movida pre y post dictadura en neuquén, otro tanto...el hecho de que algunos escritores santacruceños de , llamemoslé vanguardia, hayan tomado diversos caminos no? , se rebelaron y se fueron a vivir a buenos aires, se fueron al centro, y algunos ahora vuelven de vez en cuando, como lord cheselin, invitado central a la feria del libro (acto oficial denostado por tresguerres) , otros amigos de entonces, Besoain, trabajando desde adentro de la esfera oficial en la subsecretaría de cultura, y él, de niño absolutamente rebelde (mmmm) muchos elementos para analizar, lo mismo que su cierto "desprecio" o mirada desde el empíreo que sostiene ante grupos o personas que intentan cambiar algo, hay aún mucha tela para cortar: te felicito
Claudia Sastre

La Moro dijo...

Muchas gracias por el comentario, Clau, no sólo porque tu opinión me merece el respeto del profesional sino porque además desde otros ámbitos realmente se han ensañado no en contra del escrito, sino de mi persona (ya te contaré el lío que se armó, las peleas que tuve y las lágrimas que en teoría hice derramar a un par de laureados escritores santacruceños y a algún que otro profe de la UNPA).
No pienso (a pesar de las "sugerencias" que algun@s me hicieron) retractarme ni una palabra de lo escrito; una cosa es corregir eventuales errores, que reescribiré con todo gusto, y otra muy distinta es pedir perdón por expresar lo que siento.
Respecto de Tresguerres como precursor de cualquier cosa -algo que el Mochi, un pocomás enojado, también me señaló- quiero aclarar algo: sé, positivamente, que no es Huida rara el primer libro de ruptura de esta estética "for export" de patagonia; no fue mi intención plasmarlo en el trabajo ni muchísimo menos erigirlo como el magister de algo. Sin embargo, dado que dos personas a quienes respeto mucho me señalan lo mismo, veo que es necesario explicitar algo de la "cocina" del texto: elegí a este autor porque cuando leí la novela en el verano me gustó y pensé "tengo que escribir algo sobre esto", aunque lo que tenía en mente no era este trabajo (ya vas a ver, muájájájá); y sobre todo porque dentro de lo denostada que es la literatura regional en la UNPA, quizás sea Tresguerres el escritor menos castigado, por las razones que fueren. No me parece mal escritor, al contrario; sólo que presiento fuertemente que el reconocimiento que le ha dado gran parte de la universidad no pasa sólo ni en menor medida por sus cualidades como literato. La idea era mostrarlo precisamente en ese ámbito para refutar prejuicios academisoides "con una taza de su propio chocolate". Ésas fueron las razones de la elección, simplemente.
Cuando le escribí un mail a Tresguerres para comentarle acerca de esto y pedirle "permiso" para usar su texto, por supuesto que no tuvo problema alguno; fue muy gentil en ese sentido.
Bien, eso es todo. Dejo de escribir porque me voy al blog de Ioan!
Abrazo, y gracias de nuevo!

macadamia dijo...

si niña, me interesa mucho escuchar esas críticas que te hicieron y sobre todo saber desde qué lugar te las hicieron, creo que hay flotando y sobre nadando una idea de élite, que está muy interesante para analizar y explicitar, besotes

cristopo dijo...
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cristopo dijo...
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cristopo dijo...
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maritza dijo...

para algunos que malentendieron: estás hablando de santa cruz dentro del contexto patagonico. En santa cruz quien realiza una ruptura totalmente evidente, es sebastian tresguerres. Digo, porque algunos entendieron que tresguerres era señalado como el rupturista patagonico cuando en otras regiones hubo otros antes que él. ¿o me equivoco?

La Moro dijo...
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La Moro dijo...

Cristopo-deus-mei, me extraña: ¿a quién le pide disculpas por la extensión de su comentario? ¿A mí, que soy la extraña del posteo largo, y por lo mismo muchos me han bardeado (y con toda la razón del mundo)? ¿A mis lectores, que son delirantes e hiperbólicos igual que yo? No sea pavote, hágame el favor.
En primerísimo lugar, agradezco su comentario. Si alguna vez me quejé porque no aparecía por estos lares, debo reconocer que ha anulado mi posibilidad de futuros reproches. Además, es muy importante para mí contar con una devolución de mi trabajo hecha por el autor del libro con el que trabajé.
Yo también voy a tener que segmentar mi comentario, ¡pinches restricciones bloggeras!

La Moro dijo...

A Cristopo, sobre I y II:
Cierra usted la parte I de su escrito con “no trasladen la frase intacta y letra por letra al autor en la vida real”; sugerencia por demás acertada en el caso de aquell@s que tienden a hacer trasposiciones de voces de manera directa y literal. No considero que yo entre en este grupo, y creo entender que usted tampoco me incluye en él. De todos modos, hay una realidad (y este punto aparece explicitado en el pinche trabajo): los lectores estamos autorizados a relacionar la figura autoral con la voz narrativa. Nos habilita, ene ste caso específico, su presencia discursiva, como autor de Huida Rara, en el espacio virtual. No podemos hacer una traslación directa, es cierto, pero convengamos que es muy difícil sustraernos (suponiendo que quisiéramos hacerlo) a ambas realidades, la ficcional y la virtual –por catalogarlas de alguna manera-. Si se fija, esta nomenclatura también es interesante para debatir, en tanto ninguno de los términos refiere a cuestiones que puedan demostrarse desde la idea de “realidad” como algo empíricamente demostrable, pero ése es otro tema.
Retomando el cierre de la parte I y relacionándolo con el inicio de la II, es probable que esté usted en lo cierto: quizás hubiera sido oportuno modalizar con ese “pareciera”. Pero como éste no fue un trabajo de investigación, sino simplemente la escritura de una lectura, me permití ser rotunda con algunos juicios. No lo sabía en el momento en que escribí pero ahora me doy cuenta de que está bueno haber sido tan taxativa si eso abre una puerta más de discusión; podríamos pasarnos noches enteras dirimiendo sobre este punto. Probablemente nunca nos pondríamos de acuerdo, pero no creo que eso le importe a alguno de los dos. Y modalizo con el “no creo que” para que después no me diga nada, sé de su gusto sofistoide por enloquecer a sus contrincantes discursivos: eso es lo que en el potrero de mi barrio llamamos “buscarle la cuarta pata al gato” (el gato de mi amiga Panchi tenía tres patas, lo juro).

La Moro dijo...

En lo referido a la parte III: coincido totalmente con la visión de los escritores y lectores conservadores. Literalmente, fue eso lo que dijo un par; el problema fue que me atribuyeron a mí su agresividad y su mal gusto. No me desvela el hecho; también es cierto que así como lectora me autohabilito para leer Huida rara en clave con el blog experimental, cualquiera que me escuche o me lea podría suponer que la elección de un libro entre muchos otros para trabajar muestra cierta coincidencia ideológica con la del autor. Y estarían en lo cierto. Quizás aprovecho su libro para decir lo que pienso pero que ni loca diría de manera tan directa y bizarra. Quizás no, quizás sean otros los motivos y las coincidencias.
No es cierto lo que infiere respecto del comentario sobre el Mochi Leite. No fue ése su planteo; ni remotamente piensa que “ser experimental y rupturista es típico de las novelas de santa cruz, es recontra común”, más allá de su voluntaria exageración. Mochi me cuestionó, más que el haber trabajado la obra, haber trabajado con Tresguerres como autor. Fue una discusión (una charla; con el Mochi no peleo) basada en puntos ideológicos más que estéticos. Aunque en líneas generales no los comparto, sí los respeto y considero porque me parecen muy bien fundamentados; Leite es un referente literario y crítico importante para mí. ¿Qué importa si leyó o no la novela? No hablábamos de ella; además lo que Leite no ha leído lo ha vivido y caminado (si te metés con el Mochi, te metés conmigo, pibe). De todos modos no hablaba de él cuando hablo de enojos y lágrimas. Se sorprendería de las personas que se sintieron ofendidas después de mi lectura, y digo “se sorprendería” porque no tendría idea de a quiénes me refiero, tan relevantes son los sujetos. No lloraron en el sentido literal de la expresión, pero sí se quejaron como nenas caprichosas jugando a ser personas “respetables”, algo así como las actitudes de Susanita, la amiga de Mafalda, ¿recuerda?, pero sin simpatía. Igual de monocromáticos, eso sí.
Atiéndame una situación, m’hijo: no intente hacerme creer que el uso de diminutivos no tiene un matiz despectivo. En todo caso, sálvese y finja que “no se dio cuenta” de que podría haberse hecho tal lectura. Que haya incluido ese fragmento solamente se debió a cuestiones de operatividad; descripciones de ese tipo abundan en su novela y mi hipótesis se confirma cuando avanzo hacia la descripción de los personajes y sus acciones. Relevé varios de ellos, si usted gusta en otra oportunidad lleno páginas y páginas de transcripciones, aunque no creo que sea necesario: asumo que recuerda no sólo lo que escribió sino también la intencionalidad de su narrador. Ahora bien: las descripciones de esa patagonia no necesariamente tienen que referenciarse en la patagonia como espacio geográfico real, puede tratarse de una operación discursiva tendiente a analizar metonímicamente el paisaje con el tipo de gente que lo habita; cualquiera sea el caso, personalmente creo que está muy bien lograda la crítica a las viejas estéticas literarias que subyace en esos fragmentos. Pero si mantiene su postura de “yo no quise decir eso” con carita (porque me lo imagino) distraída, como de perro que fornica en la vereda de un vecino taciturno y conservador, me veré en la obligación de invitarlo a un mano a mano literario (quizás, luego, podamos agarrarnos a las trompadas, por ejemplo, afuera del Complejo Cultural; sería un espectáculo digno de verse y hasta podríamos levantar apuestas o cobrar entradas para despacharnos después unos cafeses; o tomar coca. Ir al cine, imposible).

La Moro dijo...

De la parte IV no voy a opinar. El conflicto lo tienen ustedes, no es mi problema. A Claudia, en principio, la admiro como intelectual literaria que avanza más allá de las convenciones. En segundicipio, la quiero muchísimo no sólo porque es buena gente sino porque es muy generosa con su saber; nunca tuvo problemas en ponerse a mi total disposición para consultas, debates o para hurgar en su biblioteca. A usted no tengo el placer de conocerlo personalmente, sin embargo puedo decir que me gusta, más que lo que escribe, cómo lo hace (respecto de los temas que trata, algunos me parecen una soberana idiotez: otros, demasiado agresivos y sin necesidad; en algunos casos no coincido con su manera de encararlos; el insulto fácil es precisamente eso: fácil. Más comprometido y menos usual sería que pusiera siempre en funcionamiento su materia gris; por lo mismo sería –para mí- más aplaudible). Me parece un sujeto interesante para charlas amanecidas sobre temas irrelevantes para la gente normal, y que sin embargo a mí me apasionan. Así que hago de cuenta que sus comentarios terminaron en la IIIº parte. Lo que sigue, no me importa.


Concluyo: gracias por pasar, muchísimas más por escribir. Ojalá pudiéramos tener más seguido, usted y yo, estas charlas en diferido acerca de la literatura, que es la vida misma. Y no lo es.

La Moro dijo...

Ena, me parece muy pertinente tu aclaración.
Como en su momento le dije al Mochi, y luego a Claudia, nunca quise postular a Tresguerres como el 1º en patagonia (porque, de hecho, sé que no lo es), ni en Santa Cruz (no puedo afirmarlo rotundamente porque me falta mucho por leer todavía).

Más allá de esto, gracias por pasar, aún cuando no me escribas mimitos como a la ovejacompleja...

cristopo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
melisanatalia dijo...

moro
¬¬
censura
y eso q no te insulté

La Moro dijo...

¿Por qué decís que te censuro, compleja?

Anónimo dijo...

Maritza, para mí quién hizo una ruptura en la literatura santacruceña hístóricamente es Elpidio Isla, un escritor desconocido casi por todos (menos unos pocos) en santa cruz, y es santacruceño también (Caleta Olivia) si, pensamos en ruptura como un moverse de los tópicos paisajísticos clásicos, o de la celebración de la oveja y ovejero, inclusión de otras voces, etc
claudia (o macadamia como gustéis)

macadamia dijo...

maradona también habla en tercera persona, porque lo que más le gusta en el mundo es que hablen de él...terapia...

Anónimo dijo...

Luego de leer con gozosa tranquilidad el trabajo de la Moro sobre Huida Rara y todos los comentarios, me he dado cuenta de que he pasado la mejor hora y media literaria de èstos ùltimos años.
Una delicia enriquecedora para el alma y para la sana envidia con la que cargan los que, como yo, ansiamos escribir como los dioses pero no llegamos ni a beatos.
Gracias mil a todos por esta extraordinaria tertulia artìstica.
Y vos, Moro, leescuchà bien lo que te digo: sos una escritora de putamadre. ¿Para cuando tus creaciones?
El Salieri de Girondo

Anónimo dijo...

Pueden ver algunos de mis garabatos sueltos en www.lesbianotravesti.obolog.com

El Salieri de Girondo

cristopo dijo...
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maritza dijo...

bueno, entonces debemos aclarar por lo menos en mi caso (lamentando no haber leido a Islas)que dentro del universo literario santacruceño al que hemos tenido acceso o conocemos, vimos la ruptura en tresguerres. Tendria que saber qué libro -entre todas sus publicaciones- y en qué año editado Islas realiza la ruptura. Porque ahora queda leerlo. Pero, de todas formas serían ambos rupturistas a diferencia de los demas y eso tambien es todo un signo. ¿seria asi?

macadamia dijo...

la que no va a entrar en el juego de alimentar el ego de tresguerres soy yo, no pienso explicarle nada que esté explicado en la obra de isla, le recomiendo leer "las lluvias cortas" y "la ciudad de los sueños los sueños tristes" 1990-1995. Ya está, que se vaya a acariciar la falsa humildad a otro lado.
Es raro, si maritza, que se lo conozca más fuera de su provincia, aunque en el contexto general de patagonia Isla es bstante conocido, no hay que disculparse por no conocerlo tampoco, como en todo, nadie tiene la obligación de conocer a todo el mundo, la ruptura que a mi modo de ver efectúa isla es bastante importante, formal y de sentido.
No sólo se sale del estereotipo o tópico (como ya dije antes) sino que además es de forma (los cruces dialectales, las innovaciones formales) ya están presentes en su obra.

macadamia dijo...

y si maritza, podría considerarse así, que tresguerres es la continuidad de la ruptura que inicia Isla, podría verse de ese modo.

cristopo dijo...
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La Moro dijo...

Don Salieri de Girondo, atiéndame una situación: ¿qué escritura creativa ni qué ocho cuartos? Yo soy aprendiz de prologuista, me sigue? De las creaciones estéticas se encargan los sujetos y sujetas como usted y los participantes en esta discusión, así que no me haga sonrojar al ñudo, si es tan amable.
Sepa que si no contesto sus mensajes celuloides se debe a que me autoimpuse restricciones con las tarjetas de recarga; la Feria del Libro me mostró que “más peligroso que mono con navaja” fue sustituido por “más peligroso que la moro con crédito en el celular”. No obstante, disfruto de la lectura de sus disparates, aún cuando a veces (bah, siempre) me deja pensando “¿este ser humano está bien de la cabeza?”. Luego me acuerdo de su oficio de poeta (de nada) y me respondo solita, y me río de sus desbordes esemeseicos. Le agradezco por no dejar que la sensatez invada mi alegría.
Este fin de semana visitaré su blog; me alegra que comience a socializar sus escritos. Un abrazo fuerte, fuerte.

La Moro dijo...

Soslayando la disputa infértil entre macadamia y cristopo (chicos, cada uno de ustedes es bueno escribiendo ficciones y analizando cosas en serio, para qué gastan energías en lo irresoluble?), puedo decir, luego de casi un año de publicaciones: ¡al fin un debate serio de más de tres personas en mi blog! Gracias a todos por sus opiniones; los que más me conocen saben que para mí esto es materia prima.
A propósito de la supuesta continuidad iconoclasta de Tresguerres respecto de Isla, estoy igual que Maritza: no he podido leer al caletense, o al menos no los textos citados por Claudia. Sería interesante, más allá de las diferencias entre nosotros (todos saben que la enana y yo nos odiamos plácidamente), poder socializar y discutir esos supuestos.
Hablando de Isla también pensaba que es interesante lo que está pasando en la actualidad: cómo escritores y críticos en y sobre patagonia se apropian del espacio virtual para socializar su escritura poética y ensayística. Considerando que para nosotros las distancias siempre fueron obstáculo para alimentar bibliotecas personales a nuestro antojo, la importancia de Internet se potencia. Incluso desde el gesto ideológico que implica; cuento un ejemplo para poder explicarme mejor: charlábamos ayer con pibes de 3º año acerca de las publicaciones folletinescas de Cucurto vs el valor de sus libros impresos (el más barato, $38). Varios de ellos hipotetizaban, basándose en los orígenes del folletín, que en gran medida subir los textos a la red significa democratizar el espacio de lectura, volver más accesible el texto, perfilar otros horizontes de lectura. A lo mejor (hipotetizo yo también ahora) podríamos leer esta explosión de publicaciones virtuales de literatura y crítica patagónicas como análoga a la de Cucurto. Si leer El curandero del amor o 1810 se complica para muchos por el costo monetario, a nosotros nos sucede algo similar, más allá de las causas diferentes. A Isla lo conocí por el reportaje que Claudia subió a Trópico; de otro modo no hubiera sabido quién era el señor alto que De Matteo entrevistaba. Ahora puedo seguirlo (vaya ironía) por Facebook, ya que él mismo se encarga de subir sus creaciones (sé que lo hace desde un tiempo largo ya; no obstante se ha integrado a grupos vinculados con el arte regional, opina al respecto: está “más presente” para un público distinto del que tenía antes). Algo similar me sucedió con Tresguerres: mucho antes de leer Xur Suur, ingresé a la red y consumí sus delirios bloggeros. Con Sastre, la situación fue bastante parecida; y ahora no concibo debatir sobre literatura patagónica sin citar la biblioteca virtual o verbo copihue.
Por supuesto (y quizás sea esto lo más interesante) que la publicación en blogs acarrea todas las consecuencias imaginables (y otras) que pueden traer las devoluciones inmediatas; pero precisamente así se va CONSTRUYENDO (y no sólo “completando”) el texto literario o el crítico. Eso le da un pulso vital intrínsecamente distinto al de la textualidad impresa; Internet permite que el público lector no especializado intervenga casi sin restricciones. En ese feedback entre autor y lectores se engendran, a la vez, nuevas necesidades, que dan origen a nuevos textos (el nacimiento de mi blog tiene que ver con esto). Y resulta que (no tan) llamativamente, gran parte del público lector especializado, específicamente el del claustro académico –al menos a nivel provincial-, no interviene, excepto en muy contadas oportunidades. Lo que es más significativo: desdeña el espacio virtual como fuente autorizada de cita y análisis, lo clausura como interlocutor válido. Claro, debe ser jorobado darse cuenta que la hegemonía discursiva sobre la exégesis literaria empieza a perderse de a poco, y que los Otros se van apoderando de la casa no tan silenciosamente. ¿Decidirán incorporarse, o huirán junto a Irene y tirarán la llave al salir?

cristopo dijo...
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cristopo dijo...
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macadamia dijo...

yo quisiera compartir con ustedes (moro y enana) los libros que leí de Isla (a quien en absoluto meto en discusión con intrascendentes, tampoco lo necesita, isla -el otro parece que si-) pero ya les contaré lo que me sucedió con esos libros, que desgraciadamente no están en mi posesión. Yo le pedi a elpidio que me los mandara aunque sea scaneados, pero él los sigue buscando en alguna caja donde están los muy desgraciados, en fin, cuando lo encontré en gallegos no quise ser pesada y pedírselos de nuevo, ya se acordará; pero de hecho iba a hacer un trabajo crítico sobre ellos -por mis propias ganas de hacerlo-
la cuestión es que ya los conseguiremos y los disfrutaremos, seguro, mucho