Análisis de discursos de Benedicto XVI sobre la homosexualidad

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Análisis de discursos de Benedicto XVI sobre la homosexualidad

Julio de 2006


Joseph Ratzinger fue proclamado Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana el 19 de Abril de 2005. Antes de esto, desempeñó una laboriosa tarea evangelizadora a lo largo de toda su vida y en especial desde 1977, cuando fue nombrado Cardenal. Sin embargo, fue al momento de ser nombrado Sumo Pontífice que gran parte de su actividad pastoral fue dada a conocer al mundo entero, principalmente de mano de los Medios de Comunicación Social.
Según el efecto que los distintos grupos de comunicadores querían lograr en el público respecto de la imagen de Ratzinger, se dieron a conocer diferentes ángulos de su biografía, desde su incansable trabajo en ayuda de los pobres y carenciados, hasta su pertenencia a la Juventud Hitleriana durante su adolescencia.
Más allá de las suspicacias generadas en este sentido, nos interesa aquí analizar el discurso de Benedicto XVI por el discurso mismo; es decir, despojarnos de cualquier análisis previo y buscar marcas ideológicas en las mismas palabras del Pontífice para develarlas.

Sin duda, muchos de los temas que han circulado últimamente en los medios al respecto son por demás polémicos. Uno de ellos es la visión que Ratzinger tiene de la homosexualidad o, mejor, del homosexual. Si bien es cierto que su sola pertenencia al grupo de los católicos predetermina una valoración negativa de esta condición, no lo es menos que las últimas Encíclicas Papales de Juan Pablo II tendían a hacer hincapié en la condición humana por sobre la elección sexual de las personas, e invitaban a los fieles a considerar los valores positivos del homosexual en tanto persona antes de prejuzgarlo o condenarlo socialmente. Benedicto XVI aún no se ha pronunciado al respecto, pero tampoco ha desmentido el contenido de sus discursos pronunciados con anterioridad al papado.
Precisamente uno de ellos, fechado en Octubre de 1986 , da cuenta de la posición del entonces Cardenal Ratzinger. En un primer párrafo intenta atenuar la condena al homosexual (“aunque en sí no sea pecado”), pero inmediatamente después sentencia a esta conducta como “intrínsecamente mala desde el punto de vista moral”, sin explicitar razones de esta consideración. De esta manera, el juicio se presenta más categórico (se dan por sobreentendidas las razones que no se explican).
A lo largo de todo el texto se evidencia un especial cuidado al seleccionar la nominación que se le otorga al agente. Será llamado, en los tres documentos, “persona homosexual”, por la neutralidad que sugiere el término. Sin embargo, aparece todo un campo semántico asociado a esta expresión que denota la valoración negativa. Algunos de esos términos son “conducta culpable”, “desorden objetivo”, “obscurecimiento”, “anomalía”, “el mal”; e incluso se refiere a las leyes civiles que aprueban las uniones maritales como “gravemente injustas”. Asimismo se evalúa constantemente la conducta homosexual como “mala” o “enferma”. Las paráfrasis que de ella se hacen son también reveladoras: “comportamiento al cual nadie puede reivindicar derecho alguno”; “desórdenes externos de conducta”; “fenómeno social y moral inquietante”; “graves depravaciones”.
Se establece a lo largo del discurso una fuerte oposición entre los comportamientos homosexuales y la práctica de la religión, vinculándolos a la idea de “felicidad” / “infelicidad” que cada uno conlleva. Así, se dirá que “la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios”, que “en las uniones homosexuales está además completamente ausente la dimensión conyugal”o que “los actos homosexuales, en efecto, cierran el acto sexual al don de la vida” (el uso en esta última cita del modalizador subrayado, marca lo categórico de la afirmación).
El enunciador utiliza como estrategia en la construcción de su discurso el móvil de altruismo aparente (Van Dijk, 1999) para mostrar cómo la práctica de la homosexualidad no sólo es perjudicial a los intereses ideológicos de control de la Iglesia, sino también a los de toda la humanidad. En el último párrafo del documento de 1992 cierra sus consideraciones no sólo con un conector conclusivo (“finalmente”) sino que agrega además, como corolario del discurso, “y porque está implicado en esto el bien común”.
De manera muy similar, en las “Consideraciones…” de Julio de 2003, apela a rechazar toda práctica de la homosexualidad “no sólo a los creyentes sino también a todas las personas comprometidas en la promoción y la defensa del bien común de la sociedad”. Construye de esta manera no sólo el perfil del destinatario directo (católicos) sino también el del indirecto (personas no católicas que se identifican con la postura de Ratzinger) . Asimismo se asocia al grupo con los valores positivos que supone la no práctica de la homosexualidad y su rechazo como consecuencia obvia en la búsqueda del “bien común”. Ésta se contrapone a la presentación negativa del outgroup quienes, por ejemplo, “se niegan a tomar en consideración las proporciones de riesgo” que esta práctica implica porque ésta “amenaza seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas”, no sólo homosexuales.
Cuando el enunciador introduce el tema de los derechos civiles del homosexual –excluyendo de estos al matrimonio- sus aseveraciones aparecen más atenuadas. Dirá a sí que esta orientación no es “una cualidad” equiparable a la raza o al grupo étnico, por lo que no puede ser susceptible de discriminación (término que conlleva el matiz de “aquello que se rechaza injustamente o sin razones lógicas”) aunque sí de rechazo (porque es nocivo para la sociedad en su conjunto). Por lo mismo, no será una “discriminación injusta”negarse al pedido de homosexuales que quieran adoptar o cuidar niños, ser docentes o militares. El fuerte componente ideológico se da aquí al nivel de presuposiciones que subyacen a este enunciado ¿Las personas homosexuales son “peligrosas” para los niños o para la sociedad en general? Este “desorden de conducta” ¿implica enfermedad mental? ¿Disminuye el profesionalismo del docente si su orientación no es heterosexual?
A continuación se introduce la idea –indiscutible, por otro lado- de que toda persona tiene derecho a beneficios básicos (trabajo, vivienda, salud, etc.). Sin embargo, un adversativo niega lo absoluto de estos derechos que pueden ser limitados “legítimamente” ante “desórdenes externos de conducta”. Inmediatamente se atenúa la sentencia: en realidad, “a veces” es lícito y hasta obligatorio privar a personas de sus derechos: en los casos de “conducta culpable” o “enfermedad física y mental”. Los homosexuales estarían incluidos en cualquiera de las dos listas, indistintamente, a juzgar por la ausencia total de cualquier aclaración al respecto.
Un silogismo muy básico cierra la idea de los derechos elementales:
• Es muy difícil que la orientación sexual de un individuo sea conocida si éste no la manifiesta;
• los homosexuales que bregan por la castidad no manifiestan su condición;
• por lo tanto, los homosexuales castos sí podrán acceder a estos beneficios, porque no serán discriminados (¿identificados?)

Modalidades epistémicas (“no existe”; “en efecto”) acompañan los párrafos, en el tercer artículo, que se refieren a las uniones maritales civiles entre homosexuales para marcar, ahora sí contundentemente, el rechazo de la Iglesia Católica. Aparece también la cita de autoridad (la Biblia) que las condena como “graves depravaciones”. En esta misma cita aparece una idea hasta este momento novedosa: no todos los homosexuales son responsables de su condición (“anomalía” es el término utilizado por Ratzinger), aunque no especifica esas “otras causas” que pueden determinarla. La no especificación de las razones, como en otros ejemplos, condiciona considerablemente la posibilidad de debatirlas o refutarlas.
Todo esto evidencia, en este artículo de Julio de 2003, que la postura de Ratzinger se ha vuelto mucho más conservadora e intransigente. Esto se deduce a partir de la presencia de modalizadores que refuerzan la aserción (se introducen, además de los epistémicos, aléticos –“es necesario oponerse”- y deónticos –“Hay que abstenerse”), la alusión a fuentes bíblicas con citas que no se transcriben textualmente sino que son interpretadas por el enunciador y asociadas a términos de alta valoración negativa como los que hemos analizado, más el uso de oraciones impersonales que tienden al borramiento del agente como no autorizado moralmente para emitir juicios respecto de este tema (“Se trata… de un fenómenos moral y social inquietante”; “Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales… es necesario oponerse”) y la inscripción de expresiones por demás explícitas: “(Los actos homosexuales) no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual”; “son nocivas para el recto desarrollo de la sociedad humana, sobre todo si aumentase su incidencia efectiva en el tejido social”.

Estos discursos, fechados a lo largo de tres décadas, fueron extraídos de la website oficial de una comunidad homosexual latinoamericana. En ella no aparece modificación alguna de estos textos; no se los analiza, critica ni rechaza, simplemente se los publica. De esta manera, el impacto es mayor, porque la interpretación queda a cargo del lector que visita el sitio. Sólo al final de la sección aparece, como única inscripción del enunciador-comunidad, la leyenda: “Los colectivos gays lamentan el carácter conservador del nuevo Papa”.
No noshemos detenido en cada una de las cuestiones que presentan estos documentos, las cuales son susceptibles de análisis muy profundos. Quisimos simplemente presentar un ejemplo del discurso de un enunciador legitimado por su grupo , como es el caso del Papa para los católicos, que se erige en voz autorizada para toda la comunidad de fieles y el mundo en general, condenando públicamente una práctica privada –el ejercicio de la sexualidad- asociándola a actividades nocivas, enfermas y execrables, y despojándola del carácter de elección que, como cualquier práctica humana conciente, conlleva.


Patricia Vega
Julio de 2006




Bibliografía Consultada:

AA. VV.; (1994); “Polifonía”. Apuntes de Cátedra, Bs. As.; U.B.A.

Atorresi, Ana (1996); Los estudios semióticos. El caso de la crónica periodística, Bs. As., MCyE Conicet

Lavandera, Beatriz (s/d); “Hacia una tipología del Discurso Autoritario”, Plural, Bs. As.

Muñoz, Nora (2005); Lingüística II. Cuadernillo Apuntes de Cátedra, Primer Cuatrimestre 2005; UNPA – UARG

Renkema, Jan (1999); Introducción a los estudios sobre el discurso; Barcelona, Gedisa, Cap. 14

Van Dijk, Teun (comp.) (1999); El Discurso como interacción social; Barcelona; Gedisa Ed., Cap. 10

------------------- ( ); La noticia como discurso; Ed. Paidós Comunicación; Cap. 2

Verón, Eliseo (1987); “La palabra adversativa” en Discurso Político; Bs. As.; Ed. Hachette.

1 comentarios:

Sergio Sarachu dijo...

Hola, desde ayer estoy recorriendo -y descubriendo- esta construcción virtual de análisis y publicación literaria (proyecto de biblioteca de C.Sastre, polémica con Cristopo, etc.etc.). Y me parece genial porque sin viajar por allí puedo asistir a un estado de ebullición que pude ver en otros lados, en otros tiempos. Me gusta el apego a contener a los escritores (artistas), al menos con una lectura. Apelando a estas gentilezas que se prodigan, es que me permito invitarte a vos y los tuyos a pasar por mi blog neuquino sergiosarchu.blogspot.com
Gracias, sigo recorriendo.